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La foto está tomada de aquí |
Estuvimos trabajando juntos dos meses. Creí que me acostumbraría a su aliento putrefacto, a ese olor fétido a sudor y orina, y al líquido aceitoso que le chorreaba por la frente, pero según pasaban los días supe que no iba a ocurrir. Por eso le invité a pasear por el río, a la salida del trabajo, y le empujé en un descuido. Solo quería que se remojara para eliminar aquel olor nauseabundo. Disfruté viendo la grasa que su cuerpo emanaba, incluso creí que se alegraba por el baño cuando le vi palmotear. Juro que olvidé que no sabía nadar.
P.D. No te pierdas mi último microrrelato publicado "Entre vueltas de tuerca". Se titula "La caja" y lo puedes leer pinchando aquí.
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